La vida es mucho

20a.tif

Queda avisado de antemano que este artículo resultará de digestión difícil (sobre todo a los más allegados), que estas líneas, aparte de ir destinadas a la sesera, apuntan al corazón. Os voy a incrustar el dedo en el ojo. A lo Mourinho, que ya se sabe que aquí el fútbol es lo más sagrado (vaya por delante que me encanta) y eso siempre es una cita ineludible por encima incluso de nuestras condiciones de vida. Por mucho que nos asfixien con decisiones políticas y económicas aberrantes, antes tomaríamos la sede de la FIFA que la del Congreso. Uno se pregunta cuántos desahucios más tienen que producirse, cuánto más nos tienen que mentir, cuánto más nos tienen que robar para que la mayoría reaccione. Nos han domesticado. Hoy no voy a escribir sobre ellos, hoy voy a hacerlo sobre nosotros, a ver si se os remueve algo aunque sea una brizna. Podéis pensar, para empezar, qué les diríais mirándoles a los ojos a vuestros hijos (presentes o futuros) cuando os pregunten por qué el mundo es como es y qué habéis hecho para cambiarlo. Si eso también os da igual, podéis seguir dejando que nos pisoteen como hasta ahora.

Escribir sobre nosotros es hablar de patriotismo. Ya lo he dicho alguna vez anteriormente pero vuelvo a repetirlo, que no sea por falta de insistencia. Patriota es quien lucha de una manera u otra en la calle y en las instituciones por los intereses del común de la ciudadanía. En este país, por desgracia, somos más de creernos patriotas limitándonos a agitar una bandera el día que juega la selección o a llevar una pulsera rojigualda para conmemorar el glorioso Día de la Hispanidad, que, por otra parte, es el aniversario de un genocidio. Hasta ahí la gran involucración de la mayoría. El individualismo, la competitividad y el beneficio lo invaden todo para dejar en un segundo plano razones sociales y medioambientales de primer orden. Os da igual que manden los mercados por encima de nuestra soberanía y que nos traten como mercancía mientras no seáis vosotros los que os veáis afectados y España gane el Mundial. Vuestra pasividad, vuestra resignación, vuestra indiferencia, vuestro silencio, vuestra falta de actitud, en definitiva, es nuestra condena. Sois cómplices.

Se trata de sustituir que unos pocos que hacen mucho por muchos que hagan un poco. Para ello no es requerida una capacidad extraordinaria sino ser hombres y mujeres con todas las letras que se planten y enseñen los dientes. Tengáis más o menos años; os guste el rock, el reggaeton o la copla; estudiéis, trabajéis o estéis en paro; implicaos en el frente que consideréis. Si no, harán política contra vosotros e intentarán imponeros el miedo, al cual sólo se puede vencer con organización colectiva, estrategia de incidencia en el imaginario y de acumulación de poder y determinación de cambio. Ante los privilegios de unos y la falta de derechos de otros, esto es los demócratas frente a los antidemócratas, los de abajo frente a los de arriba. Es eso o seguir viviendo como esclavos mientras otros viven como dioses en un régimen tirano de plutocracia pseudodemocrática. Son ellos los radicales antisistema. Perdón, que he prometido que sólo hablaría de nosotros aunque tampoco es que pase mucho atendiendo a cómo se cumplen las promesas de los programas electorales de algunos. Hay que desafiar a su impunidad desobedeciendo para exigir lo que nos corresponde. Un pueblo que se amedrenta, se conforma y no pelea es un pueblo indigno. Vosotros decidís.

Llega la Navidad y, a juzgar por el anuncio patriotero de una marca de embutidos que os dedicáis a colgar masivamente en las redes sociales, parece que ya os han camelado para que olvidéis y que todo anda sobre ruedas. Spanish style. Levantad la mirada de vuestro maldito ombligo y abrid los ojos para ver qué es lo que sucede de verdad. Criminalizamos al que tenemos al lado que se la juega por nosotros porque algo habrá hecho, criticamos sin mover un dedo a los trabajadores de nuestra misma clase y nos quejamos de lo mal que estamos a la vez que le reímos las gracias a los multimillonarios que nos dominan, creamos la riqueza del sistema mientras nos llegan las migajas. Llega la Navidad, qué bonito. Hay quienes aquí no tendrán turrón para comer porque mientras los ricos se hacen más ricos la pobreza se extiende, hay quienes aquí no podrán poner las luces del árbol porque les han cortado la luz por no poder pagar la factura, hay quienes aquí no tendrán regalos porque les han echado de sus casas mientras se salva a la banca con dinero público. Llega la Navidad, hay que estar contentos.

Esta vez no. De Kapuscinski aprendí que la pobreza no pertenece al orden natural de las cosas, que para que unos se vean envueltos en billetes, otros tienen que ser desposeídos de todo. A pesar de la batalla continua junto a mis compañeros para intentar establecer una sociedad decente, no puedo concebir otra Navidad inmóvil como si con reunirme con la gente que aprecio para comer y beber ya hubiera cumplido. Es por ello que cuando leáis este texto probablemente ya no estaré en Logroño, de donde me tenía que despegar emocionalmente. Estos días me voy al lado de quienes piden, venden o cantan en la calle (sí, esos seres invisibles a quienes ni sois capaces de dedicar una mirada). Que nadie se confunda y lo entienda como caridad. Si he tomado esta decisión es por solidaridad porque, a pesar de que tengo la suerte de tener cubiertas las necesidades básicas que otros lamentablemente no tienen, a ellos les considero mis iguales. Así, el móvil y las llaves se han quedado en casa de la cual también he salido prácticamente sin dinero. Lo siento por los míos (por mi familia, mis amigos y mi compañera, a los que les debo todo), de quienes ya me he despedido a la vez por correo electrónico o carta, pero al fin y al cabo ellos también son los míos.

Esa Navidad de quienes andan escasos de recursos no saldrá en televisión. Se hablará únicamente de porcentajes, de cifras sin historias humanas y de casos que serán carne de espectáculo para hacer negocio en el conglomerado de las empresas de comunicación. Mi razón de ello no es otra que querer observarlo de cerca, sentirlo y escribirlo para desenmascarar la realidad dulcificada que nos venden día tras día porque, después de veinticinco años, uno ya ha asimilado que mirar de verdad duele. Es la responsabilidad que siento como periodista y como ciudadano donde a pesar de lo hondo de la crisis (estafa), a mí nadie me entierra los sueños. “La vida es mucho para ser insignificante”, que dejaría para la posteridad ese genio del cine llamado Chaplin. No sé cuando pero llegará el día en el que los de abajo tomemos el cielo por asalto y los de arriba tengan que rendir cuentas por crímenes contra la humanidad. Nos vemos ya en 2014. A ver si para entonces pensamos en dejar de ser vasallos y dejamos de conformarnos con parches inútiles para reclamar lo que nos pertenece y nos hemos dejado usurpar. Los derechos no se regalan, se conquistan. Nos vemos en la lucha. Nos vemos en el camino. Felices fiestas.