Sus permisos, nuestra dignidad

ManipulaciónCuando uno se decanta por el periodismo ha de saber a lo que se enfrenta. Es un mundo, en su mayoría, dominado por las grandes corporaciones, ese conglomerado de familias, empresas y compañías financieras que dirigen a sus anchas cómo manejar los hilos de la información convirtiéndose así en dueños y señores de la misma. El fin no es otro que, a pesar de la apariencia de inocencia de la selección de ciertos contenidos y no de otros, la conquista del público así como la colonización de las conciencias individual y colectiva para depositar en ellas los valores que defiende ese estrato dominante, que para eso controlan la maquinaria. Es la democracia de audiencia que expone Bernard Manin. Es presentar la realidad como parte haciendo creer que es un total.

Buena parte de la población española ni siquiera conoce a alguno de sus cargos públicos más relevantes o a los principales representantes de países vecinos. Sin embargo, seguramente sí conocerán quién fue Hugo Chávez. “No me gusta, es un dictador”, dirán muchos de ellos. ¿Por qué? “Porque es un dictador, no hay más que ver cómo están allí”. Argumentos a tutiplén. Con todos los claros y los oscuros que suscita la figura del expresidente venezolano ya fallecido, Latinoamérica tiene hoy en día mucho más de democracia que Europa. Y, por el contrario, ésta última se permite dar lecciones. Lo que se está asistiendo como público es a la manipulación mediática y a la puesta en juego de intereses.

Esa cara oscura informativa en la que se enmarca la pugna ideológica define la política, que no es sino la lucha por el poder. Y es eso, precisamente, lo que tanto un compañero como yo sufrimos en nuestras propias carnes. Debidamente acreditados con sendos carnés de prensa (uno de la Federación de Asociaciones de Periodistas de España y otro del periódico Diagonal), nos presentamos en la sede del Partido Popular de La Rioja para cubrir una rueda de prensa, a la cual se nos negó dejar asistir bajo el pretexto de no estar convocados a la misma por el PP no fuera a ser que resultáramos demasiado incómodos. Sí, son los mismos que hablan de transparencia mientras ofrecen comparecencias a través de pantallas de plasma y niegan el derecho a los periodistas de realizar preguntas. Ante ello, decidimos desobedecer y entrar por entender que aquello constituía una falta de respeto absoluta hacia la profesión aunque para cuando lo hicimos la intervención ya había finalizado.

Esta entrada no tiene afán de convertirse en relato de batalla personal sino en poner de relieve la enésima prueba de una estructura de transparencia sesgada donde una cosa es la ficción de boquilla que nos rodea y otra la realidad que acontece. Quienes concebimos la información como un derecho y no como un negocio en manos de traficantes entendemos que es algo que debe ser exigido desde la base de la ciudadanía ya que ésa es condición indispensable para un modelo informativo que sea garante de democracia. No cabe plantear que esto vaya a ser ningún regalo ni concesión al uso sino que de lo que se trata es de exigir y presionar desde abajo en lo que se configura como una conquista social. Son sus privilegios frente a nuestros derechos. Son sus restricciones frente a nuestra libertad. Son sus permisos frente a nuestra dignidad. Ésa es la lucha.