Primeras lecciones de política municipal

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Foto: Ayuntamiento de Logroño

*Publicado en Diario La Rioja

Han pasado aproximadamente cuatro meses desde aquel 24M de la confluencia y el cambio que sirvió para recuperar para la gente varios de los ayuntamientos más señalados del Estado. En lo que respecta a Logroño, se puso fin a los Plenos que se reducían al ping-pong político continuo entre las dos alas del bipartidismo, se desterró el rodillo de la mayoría absoluta del Partido Popular y se dio entrada a nuevas y diferentes voces en la composición institucional.

Ante la vorágine y el ritmo acelerado de esos primeros días, la etapa inicial fue de posicionamiento. De saber situar los múltiples lugares y departamentos, de organizarse para lo que estaba por venir y de conocer a los/as diferentes trabajadores/as (aún quedan unas cuantas visitas pendientes) así como de dar a conocer el proyecto que es Cambia Logroño.

Esto ha ido in crescendo con el paso del día a día a la hora de desarrollar el trabajo como representantes públicos. El Ayuntamiento absorbe mucho tiempo. Es un hecho, ya que personalmente el único espacio del que dispongo para continuar realizando la tesis del doctorado es por la noche. Son horas de trabajo y pasión que no se pueden reducir sólo a la inercia de la actuación y la rendición de cuentas en una asamblea porque eso supondría convertirse en un partido más. Al contrario, debemos ir mucho más allá a través de un pensar de manera colectiva, de decisiones consensuadas y de la explicación de la cotidianeidad diaria. Si las instituciones son de la ciudadanía, lo que en ellas acontece debe ser un relato compartido.

Más complicado, sin embargo, que la cuestión temporal es el sobrellevar cierto tipo de sentimientos. Entre ellos se encuentran la impotencia al revisar las condiciones de varios contratos blindados, la normalidad con la que se deciden privatizaciones de servicios que deberían mantenerse como públicos porque son de los/as logroñeses/as o la ligereza para hablar de millones de euros perdiendo la perspectiva de las personas que están tras esos números. Teniendo recursos económicos para ello, es inaceptable permitir que los fondos para partidas absolutamente superficiales broten a borbotones mientras continúan sin cubrirse necesidades acuciantes.

Desde el principio nos quisieron encasillar y reducir al marco de las protestas en las plazas y, desde luego, que vamos a seguir en las calles, pero también estamos en instituciones como el Ayuntamiento sacando adelante nuestras propuestas programáticas. Entender la unidad popular por encima de la maquinaria electoral y concebirla como herramienta, camino y movimiento político-social de transformación alternativo es clave para lo que está por venir, ya que en los siguientes comicios generales no nos jugamos sólo unas elecciones sino las próximas generaciones.

Ese fondo y formas distintas irritan a quienes quieren que todo continúe igual para seguir haciendo y deshaciendo a su antojo. Sus actos les delatan. Entre ellos, se destacan la insistencia del Partido Popular con la Smart City (se llevará a cabo merced al acuerdo con Ciudadanos), el calificar como propuesta de “régimen totalitario” la democratización de los recursos públicos en materia de comunicación, el poner obstáculos a la transparencia, el creer que las fiestas no son de elaboración colectiva sino que es un asunto monopartidista o la no aplicación municipal de una Ley Orgánica de carácter democrático como la Memoria Histórica.

En el terreno de las redes sociales también esto es plausible. El uso por nuestra parte en un tuit de una imagen desafortunada fue aprovechado por el PP para definirlo como “amenaza” cuando lo que se pretendía reflejar era su corrupción, por desgracia,

demostrada. Pedimos disculpas, en cualquier caso, en su día públicamente a las personas que se pudieron sentir ofendidas. Aún estamos esperando, por otro lado, la condena del Partido Popular a tuits que no ocuparon portadas como el de Emilio del Río llamando nazi a la hoy alcaldesa de Barcelona, Ada Colau. Su intento de criminalización y deformación informativa no revela más que su nerviosismo y el intento de llevarnos a la política del barro, donde no nos van a encontrar.

De todas estas lecciones hemos tratado de aprender al máximo para seguir mejorando y dar un giro a las políticas estructurales imperantes. Sin embargo, es imposible hacerlo solos. Se agradecen y muchos los comentarios y los ánimos por la calle para continuar en la misma línea que venimos realizando, pero no basta con eso. A la hora de construir un nuevo proyecto de ciudad contra la desigualdad que cuente con el conjunto de diferentes voces que enriquecen a Logroño, necesitamos un Ayuntamiento responsable y valiente que sepa priorizar a sus vecinos/as ante todo, así como también que el conjunto de la ciudadanía en cada barrio sea protagonista de este cambio corresponsabilizándose de los importantes pasos que habrá que dar de aquí en adelante.